Shutter Island, una
película dirigida por Martin Scorsese, y basada en la novela homónima de Dennis
Lehane (autor también de “Mystic River” y “Adiós, pequeña, adiós”), nos
traslada a 1954, a través de un agente judicial (Leonardo DiCaprio) que se
dirige a Shutter Island, destinado a resolver un caso.
En esta isla se
halla una institución psiquiátrica de los presos más peligrosos, por el hecho
de estar locos. Teddy Daniels (el agente) junto con su compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo), deberá encontrar a una paciente/presa
que se ha esfumado de su celda/habitación, sin dejar rastro.
Desde
la primera escena, observamos que Teddy Daniels no se encuentra bien, ni física
ni emocionalmente. La mezcla de distintos acontecimientos pasados provocan
estados atormentados en su mente que, en ocasiones conviven en la película
entre lo real y lo imaginario, a través de sueños. La muerte de su esposa en un
incendio, su desoladora experiencia en la guerra nazi… sufre un ida y venida de
personajes que trastocan su mente durante todo el film. Esto se verá más
acusado según vaya transcurriendo la película.
Pronto,
los agentes judiciales, perciben que los mismos trabajadores del centro no
quieren colaborar, y ya empezamos a oler a chamusquina y a
elucubrar varias opciones.
Mi
intención no es desmembrar la película para que luego ya no tenga gracia verla.
Este film se tiene que ver sin tener mucha información de antemano.
Nos
hallamos ante una película que va pasando de ser tenebrosa, inquietante, a
agobiante, angustiante y opresiva. No pierde el ritmo en ningún momento, te
engancha desde el principio, y todas las cavilaciones que vamos haciendo nos
desconcentran porque al final es más de lo que habíamos esperado.
Shutter
Island tiene una atmósfera muy cuidada, con un uso del color en momentos
determinados que me fascina. El reparto es impresionante. La banda sonora es
exquisita y acompaña y mejora enormemente el film (aquí dejo la banda sonora). Hay algunas imágenes que me afectaron bastante, sobre todo las relacionadas con la guerra y la de las últimas escenas.
Asistimos
a la paranoia que se filtra después de tantas convulsiones: la delirante y
escalofriante práctica invasiva de la psiquiatría de mediados del siglo XX, los
horrores y traumas de la guerra, el fanatismo anticomunista, la paranoia
conspiratoria propia de la Guerra Fría… vemos alusiones desde el propio
expresionismo alemán, los terrores de la RKO de los años cuarenta, el thriller policíaco
de los cincuenta y sesenta, hasta las pesadillas kafkianas. Scorsese juega con
la fragilidad mental, tanto la de sus personajes como la de nosotros mismos,
para mantenernos en vilo hasta el final, que nos deja con la ansiedad propia de
empatizarnos con la historia.
Aquí os dejo el trailer...
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